Tres formas en las que invalidar las emociones de mis hijos puede afectar su salud mental futura

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Por:
María Paula Chaparro

El famoso e influyente Psicólogo Fred Rogers decía << las personas llevan años diciéndole a otros “no llores”, y lo que realmente quieren decir es “me incomodo bastante cuando me muestras tus sentimientos, por favor no llores”. Sería mejor que en vez de eso dijeran “dale, llora, estoy aquí contigo”>> -

Cuando le pregunté a una paciente Juana de 18 años que atendía a consulta por primera vez la razón principal para buscar apoyo psicológico, me dijo “para que me ayudes a nunca tener que llorar en público, porque lo odio”. Al explorar su historia familiar, me contó que su padre hacía uso del castigo físico cuando quería que ella dejara de llorar o cuando no estaba de acuerdo con sus protestas.

Juntas trabajamos sobre reconocer la respuesta de trauma que producía su cuerpo cada vez que surgían sus ganas de llorar delante de otras personas (para su organismo, llorar delante de otros era peligroso porque quizás era el preámbulo de un castigo fuerte), y por supuesto la meta inicial de nuestro trabajo cambió completamente.

Aunque este puede verse como un caso extremo de usar el castigo físico para la negación emocional, existen otras frases comunes que parecen inofensivas, pero en realidad mandan un mensaje invalidante peligroso: “no tienes por qué sentirte así, no es para tanto”, “no estés triste, mira este muñequito tan chistoso”, “no te pongas brava por eso, cálmate, mira que vas a hacer que tu papá se ponga bravo”, “estás siendo muy sensible, así llorando te ves feo.”

Afortunadamente cada vez la investigación es más contundente en reforzar la idea de que validar las emociones de nuestros hijos es fundamental para la inteligencia y desarrollo emocional de nuestros niño y juega un rol determinante en la conexión sana entre padres, madres e hijos.

Definamos validación emocional brevemente como la capacidad parental para expresar de manera empática la aceptación de las emociones expresadas por sus hijos. Puede ser verbal (por ejemplo, “qué difícil es tener que parar de jugar para ir a comer, veo que esto te frustra mucho”) o no verbal (por ejemplo, acompañar una pataleta hasta que culmine, dejar que el niño expresa su inconformidad ante un límite en forma de llanto sin tratar de distraerlo).

Como sociedad todavía tenemos mucho trabajo por hacer ya que por el legado que traemos de antiguas generaciones invalidar las emociones tiende a ser la respuesta más frecuente. Un buen paso en la dirección correcta sería entender ¿de qué maneras invalidar las emociones de nuestros hijos puede afectar su salud emocional a futuro? Acá comparto tres, aunque no son las únicas.

1. Evasión de la incomodidad emocional

Quienes han crecido en entornos invalidantes de sus emociones, desarrollan aversión a la experiencia emocional negativa, y por lo tanto es más probable que traten de suprimir sus sentimientos a través de comportamientos potencialmente autodestructivos como episodios de glotonería, uso de alcohol, de drogas ilícitas, o incluso autolesionarse . También es más probable que escondan lo que realmente están sintiendo con comportamientos agresivos. ,]

2. Dificultad para pedir apoyo emocional

Quienes crecieron en entornos donde sus cuidadores no daban un espacio seguro para la experiencia y expresión emocional e incluso a veces se alejaban cuando éstas ocurrían, probablemente concluyeron que compartir sus necesidades emocionales pueden ser fuente de rechazo. Por lo tanto, estas personas optarán por guardarse sus dificultades y dolores para sí mismos, perdiendo oportunidades de conexión emocional auténtica y apoyo social. Muchas de estas personas pueden terminar sintiéndose más solas, tener síntomas depresivos o somatizar estas emociones como problemas de salud física. [2]

3. Sentimientos de vergüenza o de ser “inadecuado”

Cuando los niños han escuchado repetidamente que las emociones que sienten son inapropiadas o exageradas para la ocasión, inevitablemente comienzan a internalizar que “hay algo fundamentalmente mal” con ellos. Por lo tanto, las emociones negativas quedan asociadas con un sentimiento general de vergüenza, el cual afecta la auto-confianza y la seguridad en interacciones sociales. Es probable que estos niños sean más propensos a tener ansiedad en situaciones sociales durante la adolescencia o adultez, es decir, que sufran o evadan situaciones sociales de muchas personas por miedo a la evaluación negativa.

En el caso de mi paciente Juana, ella reportaba que debido a la gran incomodidad que le generaba su propia experiencia emocional: a veces se encerraba en su cuarto por días e incluso aguantaba hambre para no tener que comer con su familia, tenía más peleas frecuentes con su novio porque él quería apoyarla, pero ella rechazaba este apoyo, y ella se quejaba de dolores de cabeza frecuentes y problemas gástricos.

Aunque en estos caso el panorama no suena muy alentador, nunca es tarde para comenzar a validar las emociones de nuestros hijos (incluso así ya sean adultos), sanar las heridas emocionales que hayamos causado (la mayoría de las veces sin intención) y generar mayor bienestar general en ellos.

REFERENCIAS

Brereton, A., & McGlinchey, E. (2020). Self-harm, emotion regulation, and experiential avoidance: A systematic review. Archives of suicide research24(sup1), 1-24.

Griffiths, K. M., Walker, J., & Batterham, P. J. (2017). Help seeking for social anxiety: A pilot randomised controlled trial. Digital health, 3, 2055207617712047.

Krause, E. D., Mendelson, T., & Lynch, T. R. (2003). Childhood emotional invalidation and adult psychological distress: The mediating role of emotional inhibition. Child abuse & neglect, 27(2), 199-213.